Viviré Condenado
La vida es un suceso de hechos premeditados
Antecedidos uno de otro
Y ser quien se es forma parte de este juego.
Sentirse solo, a veces no encajar
En el rompecabezas que forma la existencia
Y que el tiempo, tu tiempo,
Se ahogue contigo parece ser parte de esto,
Y culpar al mar por ser un viejo niño
Y no cansarse de jugar en las costas
O de dormir silencioso en altamar
Entre tanto la luna le cuenta un cuento cuando se miran
Y el Sol tan solo la mira jugar;
Hace un poco más larga esta aventura,
Aunque no tengas un papel estelar.
Viviré condenado a ser un iluso niño
Que cree en el amor a primera vista,
En las cartas, flores y chocolates un día cualquiera,
Que gusta de estallar pompas de jabón en el parque,
y soñar despierto mientras goza de ninguna compañía.
Viviré condenado a velar mis estrofas
Si tus ojos no las miran con recelo,
Y teñir de nuevo las rosas en tu balcón
Si tu cariño de luminosa alpaca
Se marchita, y corre fugitivo
De las noches en las que puede ser joven.
Qué culpa tengo yo de preferir
Una copa de vino bajo una vela,
A un whisky que se niega a morir
En un bar de compra y venta de malos sueños.
Me declaro culpable a cadena perpetua,
El no querer ser un número para cualquier mujer.
Y cuando digo esto,
Digo el segundo, el tercero o el quinto,
El último o el antecesor del primero.
Yo prefiero ser el verdadero,
Porque en amores de sucesivas cuentas,
Al siguiente siempre se le quiere mejor;
Pero al verdadero se le diferenciará del resto,
De los de mentira, de los de una noche
O de los de pasatiempo.
Qué culpa tengo yo,
De creer en el amor verdadero,
Esos de antes,
No como los contemporáneos.
Prefiero un amor a la antigua,
De esos que cuentan que envejecen contigo,
De esos amores que mueren contigo;
No de esos que mueren sin siquiera saber haber envejecido
O peor aún,
Sin siquiera haber nacido.
Soy criminal en esta vida si custodio tus besos,
Y si pregunto al atardecer a qué mirador corre tan aprisa,
Si viaja siempre en dirección a vos;
Y ojalá se entrelacen nuestras fantasías
Una a una, y busquemos el mejor postor para ellas,
Y no las pongamos en subasta en cualquier venta pública.
Disculpe usted,
Si se acerca a mí a pedirme la hora
Y se tropieza con un silencio en mis labios;
Quizás usted no tenga la culpa,
Pero me queda solo un pedacito que confianza,
Que guardo para el mal de amores,
El resto se ha quedado en borrones
De un ensayo llamado alegría,
De dos viejos amigos que se han marchado
Y han olvidado darme una carta de despedida
Y donde están no tienen tiempo
Para enviarme una postal.
No tengo argumentos para demostrar mi inocencia,
Mis poemas se frustran en mis manos,
Mis abrazos lloran en mis brazos,
Mientras vivo en calle sueños,
Avenida melodía de mediodía,
En la casa a la vuelta de la esquina.
Vivo penado al ser capaz
De asociar la piel con la inocencia,
De naufragar buscando a esa mujer
Que conozco de pies a cabeza,
Que sé como viste, como piensa y como siente,
Y podría atreverme a decir que sé cómo me quiere,
Todo esto sin siquiera haberla visto una sola vez,
Sin saber su nombre,
Ni su color de ojos.
Estoy condenado a ser como soy,
No llamen abogados, ni busquen justicia
Para reclamar mi libertad,
Viviré en este mundo y aguardaré la visita
De alguna bella nube en este cielo;
Viviré condenado acá conmigo,
Moriré condenado a ser como soy.
Felipe Carvajal / 16-01-2011